Alabar a "Taron y el caldero mágico" por su distanciamiento del esquema clásico de Disney: aquí hay sangre, brujas tetonas, una banda sonora inquietante y eventos lugubres. En cambio faltan canciones y un villano cómico.
Sin embargo, no es por ello por lo que fue un fiasco en taquilla, sino por su guión sin pulir y su montaje desordenado.
Las escenas se suceden sin sentido (la magia que aparece en la película es la del guoñionista que empuja los personajes sin orden ni concierto por el bosque y el castillo), los personajes aparecen y desaparecen sin explicación (el importante cerdo huye y no se sabe más de él, la princesa aparece de la nada y nadie explica su procedencia), los sentimientos se explotan de forma barata (Tarón habla de amistad con un "nuevo amigo" al que acaba de conocer y que sólo quería su manzana) y el final es tan simplón que cuando saltan los créditos te preguntas "¿En serio?".
Además falta tensión en escenas que la requieren (para ser el malo tan malo nadie parece temerlo demasiado) y algo de humor (los pocos personajes que intentan aportarlo se vuelven cansinos). Al final nos quedamos con una película interesante, pero aburrida y carente de sentido por culpa de una mala gestión de la misma, pues, en otras manos, la historia y la animación, bastante aceptables por sí solas, podrían haber triunfado. El cambio del título tan innecesario como de costumbre.
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