Comienza bien, casi repitiendo la fórmula que tan buen resultado habia dado en las mejores obras de Ritchie, con una excelente fotografía y unas actuaciones notables (en especial un Statham más comedido que de costumbre). Pero poco antes de llegar a la mitad de la película, un montaje delirante que mezcla secuencias de tiempos y tramas diferentes, consigue liar de tal manera que hay que retroceder varias veces para llegar a casi entenderlo. Tras eso, toda la película se transforma en esquizofrenia pura, con pseudofilosofía pedante metida con calzador, y escenas tan vergonzosas como una en la que los protagonistas se transforman (sin que venga a cuento) en dibujos animados.
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